Una locura sutil
A propósito de "Capitán Fantástico" de Matt Ross (E. U., 2016)
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En principio es en estos bosques
donde nos adentramos para conocer a una familia cuyos progenitores han decidido
levantar los cimientos de una nueva generación de muchachos y muchachas
ilustrados religiosa, política y moralmente. Pero esta ilustración se refiere
directamente al rechazo a un modo de vida que les resulta peligroso,
destructivo y denigrante para con el ser humano y el planeta. Quien lidera este
movimiento es nuestro capitán fantástico. Acostumbrados como estamos a ver a
Vigo Mortensen en papeles heróicos como el del rey-guerrero de El Señor delo
Anillos nos parece que desde su primera aparición ya se ha ganado nuestro
respeto como imagen del arquetipo del héroe.
Marie-Louise Von Franz nos ha
enseñado que, al encarar un relato, debemos preguntarnos qué falta al
principio, porque en eso se basará la peripecia: en buscar eso que falta. Así,
si un cuento de hadas comienza diciendo “Había una vez un rey viejo y sus tres
hijos” (“Las tres plumas”, hermanos Grimm), ya sabemos que lo buscado será el
elemento femenino que puede estar confundido con el elemento materno.

Sin embargo, ¿realmente falta la
madre?. No. Arquetípicamente no falta la madre en este ni en ningún otro
relato, real o ficticio y no falta nunca porque siempre es reemplazada por alguna
imagen, según el principio según el cual la psique no soporta el vacío y crea
realidad mediante la imaginación. Este movimiento psíquico ocurre
inconscientemente y esto significa, que las
imágenes arquetípicas harán su aparición en la historia del sujeto para bien o para
mal, debido a que lo inconsciente no actúa de manera moral (así, por ejemplo en
“Rapunzel”, la niña que no tiene una mamá suficiente, tendrá una madre bruja, alguien
que sí la pueda proteger del agreste mundo al que la ha condenado un padre
igualmente ineficaz). En esta película la madre está presente ¡y vaya que lo
está!, es esa selva, esa sangre, ese venado degollado, esa violencia del
entrenamiento, esos bosques gigantescos, esas piedras y esa forma de vivir
desde una dureza que apenas si diferencia edades entre los niños. Diríamos que
mamá ha sido reemplazada por la Gran Madre, por ese ser antiquísimo, esa imagen
antiquísima que rebosa en primitivismo, motivo por el cual lo que podemos
captar es una regresión hacia un ilusiorio “mundo natural”, desde el imperio
intelectual del padre.

La madre que se ha cortado las
venas, su sacrificio máximo para que sus hijos puedan revolucionarse y vivir
una vida plena, contrastan con un padre que, al dar la noticia, declara que “nada
va a cambiar”, que seguirán viviendo “de la misma manera”, por supuesto el niño
pensará en apuñalarlo, porque a la locura sólo se puede responder con la locura.
Este es un interesante tema en la película pues casi nadie sospecharía que
quien parece ser el más cuerdo es el más loco, que la inteligencia racionalista
puede imitar tan bien a la cordura como para engañarnos a todos y a todas; no
obstante se puede rastrear la locura del padre en esta aversión radical al
mundo exterior, esta torpeza para enseñar la sexualidad a una niña tan pequeña,
en fin, la película se desgrana en pruebas de ese tipo. Los niños en la
película son mucho más cuerdos que él. Pero la locura social suele ser muy difícil
de detectar en un mundo en el que reina el intelecto como valor supremo.
Finalmente será el funeral lo que
sanará todo el sistema, comenzando por el padre. Un funeral en el que luchan
dos mundos, pero en el que ahora ambos pueden comprender, porque ambos pueden
llegar a ver sus fallas. Al final vendrá la reconciliación, el reconocimiento
de que el señalamiento de una carencia en el otro no es necesariamente una
forma de odio: “No te odio, sol quería que ayudaras a mamá”, es lo que ahora se
le puede decir a ese padre al que ahora se comprende, el que al final, también,
comprende mejor.
Todo esto permite continuar la
vida y la celebración de la vida ¿por qué no?, celebrando la vida y la palabra
de Noam Chomsky:
“Si asumes que no hay esperanza,
entonces garantizas que no habrá esperanza. Si asumes que hay un instinto de
libertad, que hay oportunidad para cambiar las cosas, entonces hay una
posibilidad de que tu contribuyas a hacer un mundo mejor”.
Lisímaco Henao Henao.
Psicólogo. Mg. Psicología Analítica.
Analista Junguiano SCAJ-IAAP
Analista Junguiano SCAJ-IAAP
Medellín, Marzo de 2020