martes, 22 de julio de 2008

El Yo en la dinámica psíquica



Analogías en un relato de la saga del Rey Arturo.
Copyright Lisímaco Henao Henao. Analista Junguiano IAAP

El Yo como instancia psíquica presenta unas características peculiares que al parecer dependen más de quien las observa y describe, que de la manera misma como este Yo suele aparecer en las formaciones mediante las que el alma humana se re-presenta a sí misma. Me refiero específicamente al mito, la leyenda y el sueño.

Lo que acabo de expresar plantea la perspectiva de la Psicología Analítica con respecto a los materiales simbólicos: Su capacidad de ofrecer, en una síntesis analógica, imágenes comprensivas de las dinámicas psíquicas. No pretendo con un ensayo dar una explicación acabada de los presupuestos de la psicología junguiana, pero por lo menos espero esbozar parte de su método y de algunos hallazgos derivados del mismo. Debo ofrecer disculpas de antemano por el carácter en ocasiones directo de algunas conclusiones, débese ello principalmente a la brevedad exigida. Espero que tengamos otras ocasiones de aclarar dudas y profundizar.

Para mi propósito he elegido una leyenda de las muchas que se conservan de la saga del Rey Arturo. El rey, por sus características centrales de ordenador y regulador de un territorio simboliza al Yo. Hay otros símbolos que constatan esta premisa, por ejemplo la famosa mesa redonda, con sus doce caballeros en torno a ella. El círculo es bien conocido como símbolo de la totalidad, así como el número 12 (doce meses, doce horas, doce apóstoles, etc.). Así mismo, nunca se afirma que Arturo se ubicara en el centro de la mesa o en un trono alejado de ella, él se encuentra, con sus caballeros, en torno a la misma, en torno al centro; por lo cual es evidente que al mismo tiempo que tiene el poder regulador, es una más de las fuerzas que configuran la mencionada totalidad.

Aquí es posible advertir el Yo como una parte emergente del psiquismo total, no su centro y menos su regente pues él está a disposición de fuerzas conscientes e inconscientes, punto este en que tanto Freud, como Hartmann, Jung y otros coinciden. Jung es muy preciso al afirmar que el Yo es un complejo de representaciones entre otros que pueden, en un momento determinado tomar las riendas de la consciencia. Un complejo más, pero, eso sí, un complejo principal en cuanto a la valoración por parte de la cultura de su función adaptativa. En la leyenda, reitero, Arturo y sus caballeros representan esa totalidad psíquica, que más que armónica tiene una dinámica complejual (recuérdense los continuos conflictos entre los caballeros, lo mismo que entre los apóstoles bíblicos).

En esta narración se nos presenta a Arturo cabalgando por su reino y dirigiéndose hacia el bosque con sus compañeros, en el ejercicio de su deporte favorito: la caza. Este deporte podría representar el antiguo esfuerzo del ser humano por elevarse sobre la naturaleza, de dominarla, de imponerse sobre el instinto; esfuerzo llevado a cabo individualmente por el Yo y colectivizado en los ideales culturales (internalizados en el súper Yo diríamos con Freud).

Al acercarse al bosque el rey decide alejarse tras una presa. Consigue controlarla y abatirla y cuando está preparándola el rey vecino Sir Gromer blande su espada sobre la cabeza de Arturo y anuncia que le dará muerte, debido a unas tierras que perdió a manos del mismo.

Detengámonos un momento en este punto. El personaje de Arturo ha sido presentado siempre como un rey brillante, inteligente, noble y honrado; digámoslo de una vez: Un Yo ideal. Por lo tanto no es por falta de autocontrol o de inteligencia que traspasó sus fronteras y usurpó las tierras de su vecino. Es evidente que algo de su propia consciencia ha llevado a cabo tal acción y la leyenda nos da una pista sobre la misma: Arturo habría usurpado estas tierras para dárselas al caballero Sir Gawain. Sir Gawain es el más joven de los de la mesa redonda, leal y noble, dispuesto siempre a la aventura y no pocas veces mencionado en la saga como el más recto en sus principios. Diremos con Heinrich Zimmer que Gawain es el alter ego juvenil de Arturo o, siendo más precisos aún, podemos afirmar que Gawain representa al arquetipo del niño en Arturo. Esa imagen infantil que se conforma a partir de la propia infancia y de la mítica particular de una función psíquica que soñamos, narramos o patologizamos como “el niño” o “lo infantil” de cada uno y cada una. Que este caballero simboliza una parte sustancial de la dinámica psíquica que pretendo analizar, viene a comprobarlo también el hecho de que Gawain es sobrino de Arturo, su sangre, de entre los caballeros, entonces, no sólo el más joven, sino el más cercano.

Sabemos ahora que el impulso que lleva a Arturo a usurpar tierras ajenas se relaciona con la necesidad de atender un vínculo particular con su caballero más joven ¿pero qué sentido tiene esta necesidad?. En términos psicológicos podemos decir que el Yo rompe con sus imperativos ideales y se permite entrar en contacto con impulsos ciertamente impropios, empujado por una necesidad de renovación. Es un tema recurrente en mitos y cuentos de hadas: el rey viejo debe ser renovado y entonces un hijo suyo, un joven recién llegado o uno de sus guerreros debe cumplir con una o varias tareas difíciles que no sólo renuevan al rey, sino al reino entero (en ocasiones el tema se presenta como un reemplazo del rey). Ocurre comúnmente que los síntomas, sueños y otras formaciones inconscientes estén comunicando al Yo la necesidad de cambiar una actitud desgastada o inadecuada para con la dinámica psíquica y social.

Es este precisamente el tema que a continuación se desarrolla en el cuento. Sir Gromer decide no matar a Arturo debido a que este no lleva su espada consigo, tan sólo su pequeño cuchillo de caza (otro motivo a favor de la hipótesis del rey necesitado de renovación, obsérvese que falta el símbolo fálico que es la espada, tan importante para Arturo). En cambio le pone una prueba. Debe hallar, en el término de un año, la respuesta a la siguiente pregunta: ¿Qué es lo que, ante todo, más desean las mujeres?

Se desencadena aquí el tema de la tarea, presente en muchos mitos (recuérdense las tareas de Hércules, Psiqué, etc.) y que podemos asociar al trabajo que debe realizar el alma en búsqueda de su propia evolución; un trabajo que en términos modernos puede referirse al esfuerzo de la psicoterapia, el psicoanálisis u otros medios de búsqueda de sentido al sinsentido que a veces es la vida. Arturo y Gawain recorren el reino y los reinos vecinos preguntando a todos los que encuentran a su paso. Arturo no es muy optimista pero Sir Gawain (con su típica actitud) se lo toma alegremente, como un juego y está seguro de que su esfuerzo no será en vano.

Faltando un mes para cumplirse el plazo impuesto por Sir Gromer, Arturo se encuentra cabalgando por un denso bosque y se encuentra a una mujer portentosamente fea, muy bien descrita en el cuento. Lady Ragnell (ese es su nombre) dice saber lo que él necesita y afirma tener la respuesta a su pregunta, la cual le dará con una sola condición: deberá casarla con el caballero Sir Gawain. El rey no sabe qué hacer ¿someterá a su querido caballero a tal castigo o preferirá morir a manos de Sir Gromer?. Apesadumbrado se dirige hacia dónde se halla Gawain y le comunica su predicamento. Este, sin pensarlo dos veces, afirma que se alegra de que tengan la solución al alcance de la mano y que se cazará con la mujer “aunque se más fea que Belcebú”. Lady Ragnell se pone dichosa con la noticia y da la respuesta a Arturo.

El entusiasmo juvenil de Gawain y su aporte a un cambio de perspectiva según el cual el problema no es ya un problema sino la solución misma, así como su disposición a realizar la tarea que aparentemente es más pesada: casarse con la horripilante mujer, dan cuenta del aporte de una actitud renovadora para con la psique. Esta narración es una muestra simbólica de la capacidad del alma para reflejar sus propias dinámicas. El hecho de que sea Gawain y no Arturo el que tenga que llevar a cabo la prueba, nos habla de que es una nueva actitud la que permitirá solucionar el conflicto o de que el conflicto es la misma actitud vieja y desgastada representada por Arturo. A favor de esta hipótesis hay otro detalle: de no satisfacer las demandas del rey vecino, Arturo perderá la cabeza, no será atravesado por la espada o quemado en la hoguera, es su racionalidad y su poder ordenador, es el lugar de la corona, el que será cortado. Sir Gawain, por supuesto, no responde desde la cabeza a la tarea propuesta por Lady Ragnell, de hacerlo se negaría rotundamente pues nada es más ilógico para un personaje como él que casarse con un ser tal. Este caballero responde directamente desde el impulso, desde el entusiasmo como lo haría un niño, el cuento nos dice que respondió “sin pensarlo dos veces”. En realidad podemos deducir que no lo pensó ni una vez.

Llegado el día, Arturo, siempre inteligente y calculador lee toda la lista que en un año han reunido por campos y ciudades; pero ninguna respuesta satisface a Sir Gromer. Este levanta su espada para sacrificar a su adversario cuando Arturo da la respuesta definitiva: “Lo que una mujer desea sobre todo es el poder de independencia soberana, el derecho de ejercer su propia y libre voluntad”.

Sir Gromer vocifera en contra de su hermana Lady Ragnell, pues solamente ella pudo haberle dado tal respuesta y se aleja iracundo. Sir Gawain se casa con ella para sorpresa de toda la corte y la noche de bodas ella le pide que cumpla sus votos matrimoniales y la bese. Sir Gawain jura por Dios que cumplirá con sus juramentos y al hacerlo ella se transforma en la mujer más hermosa que ojos humanos hallan visto. Ella le comunica, sin embargo, que esta apariencia sólo la podrá tener la mitad del día, mientras que su semblante más desagradable pasado ese término, así que Gawain debe elegir, ¿cuál mujer desea para la noche y cual para la luz del sol?.

Es una prueba más para el joven caballero que ahora se lo toma un poco más en serio y piensa en con quien quiere verse acompañado de día y a quien desea en su lecho por las noches. Lo que ocurre es que no llega a una decisión, así que se somete a la decisión de Lady Ragnell. “Querida señora –afirma- que sea como vos más lo deseéis; dejo la elección en vuestras manos. Mi cuerpo y mis bienes, mi corazón y todo lo demás, son vuestros, para hacer de ellos lo que queráis, tomarlos o dejarlos; ¡así lo juro ante Dios!”.

Viene entonces el final del drama. Lady Ragnell anuncia que ahora se ha disuelto definitivamente el hechizo bajo el cual se encontraba a manos de su malvada madrastra. Había sido condenada a conservar la forma de un ser repugnante mientras el mejor caballero de Inglaterra no accediera a cederle su soberanía y sus bienes.

La prueba final a la que es sometido el joven caballero parece relacionarse con la necesidad del alma de verificar la nueva actitud. ¿Realmente ha cambiado en algo el Yo o es una mera apariencia, una trampa para eludir los peligros presentes o satisfacer las demandas más inmediatas?. Este es un problema común en psicoterapia. Un paciente puede fingir para el terapeuta o para él mismo que ha comprendido el conflicto y que ha obtenido un cambio significativo. Pero lo inconsciente busca la manera de poner a prueba tales logros y ocurre a veces que lo que se da es un cambio de síntoma, un empeoramiento inclusive. Este movimiento es simbolizado por medio de la noche de bodas, pues es en este escenario donde se produce la prueba definitiva, junto al lecho, nuestro lugar natural de contacto con el inconsciente, sus sueños y el misterio de la sexualidad.

Pero la nueva actitud ha sido lograda. Sir Gawain hace acopio de una capacidad poco común en el Yo moderno, controlador, que se satisface en su propio poder, en otras palabras, el Yo ilustrado que a fuerza de racionalidad busca imponerse ante la naturaleza y los otros. Gawain, nos dice la leyenda, reconoce su imposibilidad de decidir, su impotencia y declina a favor de un saber que puede provenir de Lady Ragnell, pues ella ha dado pruebas ya de conocimientos ajenos a los del reino. Tras el cambio de actitud, la psique (el reino), ingresa en un nuevo tiempo de renovación. El Yo se ha abierto a nuevas posibilidades que, en este caso, parecen provenir de lo femenino, del misterio, de un campo no racional de la psique (Lady Ragnell era considerada una bruja y fue encontrada por Arturo en el bosque).

Con estas últimas alusiones a ese campo otro del psiquismo humano que podemos denominar lo femenino, quiero dejar señalado el gran número de símbolos que componen las formaciones de la fantasía, los cuales nos permiten profundizar en una multiplicidad de posibilidades de relación dinámica e integración al interior del psiquismo humano y en nuestra interacción con los otros. Esta antigua leyenda nos muestra el motivo del héroe, modelo mítico del Yo. Pero además nos muestra dos modalidades de héroe que hemos resaltado como dos actitudes del Yo en sus relaciones simbólicas con el mundo interior y exterior. Me detengo por ahora y me quedo con la imagen de un movimiento cíclico que va de lo joven a lo viejo y de regreso a lo joven y de la infancia como fuente eterna, arquetípica e inagotable de renovación. También con la posibilidad de comprender que el alma humana se hace en el juego simbólico e imaginario de sus propias configuraciones y que no es posible detenerla en un concepto, pues ella, mediante sus conflictos, nos propone cada día nuevos enigmas a resolver.