Para un día de la psicóloga y el psicólogo.
Por Lisímaco Henao Henao.
Muchas personas aducen como motivo, para no asistir a psicoterapia, que los psicólogos están locos, que quizás más locos que todo el mundo y que ellas mismas.
Yo les doy toda la razón para pensar que estamos locos. Pero no les doy la razón para no ir a psicoterapia por eso. Me explico:
Cuando entramos a estudiar psicología, la mayoría de nosotros creía que lo hacía para "ayudar a otros". De alguna manera hay un impulso altruista en meterse a esta carrera y otras afines. Pero en el fondo la historia personal de cada uno y cada una muestra claramente que un asunto profundo por aclarar, resolver o comprender era lo que nos motivaba.
Ese asunto complejo nos sostiene durante años en la lectura y la escucha de aquellos otros que ya llevan un camino recorrido. Como si nos preguntáramos ¿cómo hicieron ellos? ¿cómo lo resolvieron?. Así mismo, los que realmente queremos ser psicoterapeutas coherentes, entramos nosotros mismos en procesos analíticos o psicoterapéuticos, nos convertimos en pacientes (pacientes con el alma).
En todo ese proceso nos hacemos conscientes de una herida fundamental en nuestro ser, una herida que nos humaniza, que nos recuerda que no estamos por encima ni más allá del bien y del mal de nadie. Esto da una sabiduría sobre uno mismo que es básica por varios motivos: 1) nos cuida de proyectar en los pacientes nuestros propios conflictos y/o sus soluciones, 2) nos proteje de la inflación egóica por el lugar en que otros (pacientes, amigos, familia, sociedad en general), pudieran ponernos y 3) nos advierte continuamente de no inflarnos nosotros mismos identificándonos con "el sanador", "el que todo lo sabe" o "el modelo a seguir", lo cual es un derivado de la negación de la propia sombra.
He visto que en las redes sociales que algunos profesionales gustan de postear un mensaje que dice más o menos lo siguiente: "recuerden que los psicólogos también somos seres humanos, comemos, dormimos, pagamos la renta, etc." y, siempre que lo leo, tengo la tentación de escribirles: sobretodo no te olvides tu mismo de eso; ya que la tentación de identificarse con figuras de poder está más en nosotros mismos que en los demás. Esa actitud, esa identificación, puede llevarnos fácilmente a convertirnos en el lado oscuro del sanador, es decir, en "el charlatán" que todo lo sabe o todo lo cura (todo locura), y que termina por ello echando mano de cualquier herramienta irreflexivamente.
Así que no doy razón a nadie para no ir a psicoterapia porque los psicólogos tengamos también nuestras complejidades, pues son precisamente nuestras complejidades las que nos permiten comprender la humanidad con la que viene el paciente. Además creo que cuando uno va a buscar un terapeuta debe hacer dos cosas: 1) informarse sobre el entrenamiento del profesional (ejercicio racional) y 2) atender a las propias percepciones sobre su coherencia y humanidad (ejercicio intuitivo).
De niño fui líder de un grupo de niños en la iglesia, de adolescente muchas de mis compañeras de colegio me contaban sus problemas (muchos de ellos sobre temas que yo ni siquiera había vivido) y todo ello seguramente influyó en mi elección. Pero lo que realmente me mantuvo siempre apuntando hacia el alma, es decir, hacia la psicología, fueron los miedos, fantasías y padecimientos que albergaba dentro de mí y que reclamaban una respuesta que el simple raciocinio no parecía poseer.
Algunos pacientes se extrañan un poco cuando les cuento que todavía pido cita esporádicamente a mi analista y veo en ese extrañarse un signo de que el ego todavía busca un ser perfecto al qué acudir. Mi primera labor, nuestra primera labor como terapeutas, es no reemplazar a la divinidad o al arquetipo en esto, porque sólo una divinidad podría responder desde el saber total o desde el modelo totalizador. Esta labor, lo se, se hace a pesar de que psíquica y socialmente, inevitablemente se hacen proyecciones sobre nosotros de imágenes de poder, y de un supuesto saber, de las que debemos cuidarnos.
Nuestra primera obligación es la humanización, pues la idealización (de los otros o de uno mismo), es la enfermedad que compartimos todos y todas.
Feliz día a los psicólogos y psicólogas... y también a todas las personas que son o van a transformarse en "pacientes", por su valentía al querer enfrentar sus propios demonios. No olviden que la única causa justa es EL ALMA, que compendia a todas las causas.