¿Quién es El Inocente?
Por Lisímaco Henao H.
Analista Junguiano IAAP-SCAJ
El 28 de diciembre se conmemora un relato, según el cual, tras el nacimiento de Jesús, el rey Herodes habría ordenado asesinar a todos los bebés recién nacidos, a los inocentes. Con el paso de los siglos esta conmemoración se transformó en lo que conocemos hoy: un día para jugar bromas a los amigos, para "hacerles pasar por inocentes". El burlado se transforma así en el tonto, el inadvertido juguete de otros. Pero ¿tiene esto algún reflejo arquetipal reconocible?
Resulta interesante que este juego haya quedado en manos de los adultos, en un acto entre adultos (aunque, por supuesto, no falta la psicopatía de quien hace bromas crueles a los niños en fechas navideñas), y esto quizás se deba a que es el Yo adulto quien más fácil resulta herido al ser sorprendida su supuesta inteligencia, audacia y "avispamiento".
Si la psique es un sistema autorregulado o, mejor dicho, si la psique propicia contínuamente un movimiento dinámico entre sus partes, entonces podemos comprender este movimiento fundamental: el de mantener a raya la tendencia egóica hacia la inflación. Al parecer en la edad media, era el mismo rey quien contrataba y daba alimento, vestido y vivienda al bufón y a toda su familia ¡dentro de los confines del palacio!, todo ello con la única finalidad de que dicho personaje, disfrazado de rey (ver los picos de gallo que imitan burlezcamente la corona, por ejemplo), le imitase para, de esta manera, mostrar al rey en su forma más humana, como uno más que también hablaba o caminaba de manera particular. Esta es una leyenda, que con bases históricas o no, nos dice que la psique genera momentos, encuentros e incluso tradiciones, que evoquen ese movimiento dinámico.
La tradición en sí misma, la de las bromas en este día, surgió en la edad media, cuando clérigos europeos comenzaron a disfrazarse de sus superiores, comían y cantaban canciones obscenas dentro de las iglesias y hacían procesiones en las que se caminaba al revés. Durante estas fiestas incluso se nombraba un papa o un obispo falso. A estas fiestas se les denominaba “Fiesta de los locos”
En este punto, aparece una clara alusión a las imágenes del Trickster, ese arquetipo que tanto Jung como Radin se ocuparan ampliamente. Sus imágenes convergen en el bufón y el loco, en toda aquella figura que represente lo opuesto al orden del ego que ha llegado a la rigidización. En todas las mitologías se encuentra un personaje así, a veces representado por un animal o por un demonio que busca que la divinidad o el héroe fracasen en su tarea ordenadora. Al parecer en algunas mitologías, esta es la fase narcicista e infantil del Héroe, pero, en términos generales, genera imágenes muy precisas de aquel movimiento de la psique que busca recordar al Ego sus justas proporciones, sobre todo cuando se ha autonombrado el principio absoluto o el centro de la totalidad: un rey sin su bufón.
Así que es muy probable que, al mantener esta tradición, la psique colectiva quiera recordarnos todas estas cosas, algo de lo que a veces hablo al referirme a la aceptación profunda de que soy inteligente y a la vez un tonto, que nací con la disposición a acertar y también a fracasar (consciencia de fracaso), de que no se mucho, aunque pueda servirme lo que se. Aceptar el vacío, la falta y la carencia.
PERO ENTONCES ¿QUIÉN ES EL INOCENTE?
Cuando se lleva a cabo “la inocentada”, la broma del 28 de diciembre, en mi país se suele gritar al burlado “¡Pásala por inocente!”, por lo que, al parecer, el inocente no es otro que el Ego. Resumiendo un poco: cada que el Yo se siente el centro director de la psique, cada que pretende ignorar las causas sociales, políticas y económicas que afectan sus decisiones, cada vez que olvida que en la misma psique existen otros centros con igual o más voluntad que la suya y a los que debe re-conocer en vez de ignorar, ese Yo es el inocente, actúa como un inocente que, entonces, tendrá que ser burlado por el otro o por la psique misma, que intentará despertarlo de ese sueño infantil. Herodes, en el relato bíblico, representa al Ego inocente que, inconscientemente, se proyecta en los niños inocentes, e intenta reparar su ignorancia destruyéndoles. Es decir que, quien hace la broma, también es un inocente si se cree más inteligente que el resto.
En definitiva, nadie se salva de ser un (poco) tonto.
¡Bienvenidos a la humanidad! ¡Bienvenidos a este selecto club!
Imagen: dibujo medieval de la fiesta de los locos.