Actualidad del trabajo con los sueños.
Por Lisímaco Henao H. Psicólogo y Analista Junguiano IAAP-SCAJ
A propósito del libro de Verena Kast “Sueños. El misterioso lenguaje de lo inconsciente”
Ed. Sirena de Los Vientos, Bilbao 2022
Hoy en día volvemos a hablar de los sueños. Su insistencia es tenaz. Mientras que muchos críticos quisieran mantenerlos sólo como fenómenos cerebrales aleatorios y otros desestiman completamente su interés psicoterapéutico, ellos encuentran la manera de volver a los libros, a la investigación y a nuestros consultorios, tanto como insisten cada noche en visitar nuestro lecho.
El sueño es un lugar seguro, nos dice Verena Kast en su libro, un lugar seguro para experimentar de nuevo aquellas emociones encapsuladas en el trauma y liberadas irracionalmente durante el día gracias a los complejos subsecuentes. Y a mi esa idea, que aparece en la primera parte de la obra, me atrapó inmediatamente. Kast revisa varias investigaciones neurocientíficas de punta, en las que se afirma que el sueño permite una serie de reconexiones neuronales que indican que emociones muy difíciles están siendo distribuidas nuevamente por todo el sistema, lo que ha llevado a pensar que el trauma y su impacto, está pudiendo ser puesto en un contexto más amplio durante el sueño paradójico, la llamada fase del sueño REM.
Beata Beatrix | D. G. Rossetti |
En su interpretación de los sueños, Freud afirmó que, durante el dormir, cuando se suspende la posibilidad de que una idea pueda cursar hacia la acción (dado que está inhibido el movimiento corporal), las ideas encuentran una forma de satisfacción en la formación de imágenes. A este movimiento lo denominó “regresión”, es decir, la libido debe retornar, desde el polo de la acción y la satisfacción, hacia el polo más primitivo, el de la pura y simple percepción interna, es decir, hacia lo que nosotros podríamos llamar el polo imaginal. Recordé este postulado freudiano cuando leí en Verena Kast aquello del sueño como un sitio seguro en el que puede vivirse y revivirse el trauma sobre otro contexto, mediante otras conexiones afirmarían las investigaciones neurobiológicas, o en otra situación creada por los mismos complejos, diríamos en lenguaje junguiano.
Por que recordemos que para Jung los sueños son creados por nuestros complejos, por aquellas partes escindidas del control del Yo y que se forman a partir de situaciones traumáticas. Hoy sabemos que esos complejos, esa gente pequeña de la psique, esos duendes, sólo pueden acceder a la superficie cuando las vigilantes defensas del Yo se encuentran distraídas ¿Y cuándo sucede esto?, también lo sabemos: durante el día gracias al agotamiento que de cuando en cuando sufre este ego vigilante (recordemos que estar enfocados en “ser un Yo” consume grandes cantidades de energía), o cuando algo contradice la imagen que ese Yo quiere mantener, es decir, durante las crisis emocionales producidas por las contradicciones propias del vivir. Eso durante el día, porque durante la noche se da algo más que una mera distracción, se efectúa una supresión casi total de ese Yo y sus queridas defensas, sus máscaras y sus ilusiones de poder.
La idea del sueño como un sitio seguro me lleva muy lejos, hacia experiencias terapéuticas propias y con otros, durante las cuales un sueño permitió la emergencia paulatina de un, miedo, una envidia, un deseo, un odio o de un amor profundo y cuyo acceso consciente y su elaboración por parte del Yo había sido obstruida. Como si el sueño, garante de la fuente creativa de lo inconsciente, es decir, de la imaginación, preparara caminos laterales, subversivos, siempre indirectos, hacia cosas que directamente la Persona no quiere asumir. Muchas veces, gracias a un sueño, se abre una puerta por la que se entra, a buen ritmo, hacia ese lugar oscuro de la psique que no hemos querido enfrentar porque simplemente no hemos podido, y no hemos podido generalmente porque hemos sido llevados allá sólo por los mencionados descuidos, de manera abrupta, mediante explosiones emocionales o dolorosos síntomas, aquella psicopatología de la vida cotidiana que Freud tan brillantemente explorara.
De esa manera los complejos se transforman en la vía por excelencia, afirmaría Jung, hacia lo inconsciente, y ellos crean los sueños para darnos un teatro de operaciones, un sitio de ensayo a partir del cual preguntarnos ¿Y cómo sería poder ver esto a los ojos?
Pero al mismo tiempo que los complejos pueden verse como los guionistas, escenógrafos, decoradores, actores y editores de nuestros sueños, también podemos recordar a Jung afirmando que trabajar con los sueños, únicamente para desentrañar complejos, es perder gran parte de su potencial. Decía el fundador de la psicología analítica que para pillar un complejo bastaba con abrir al azar la página de un libro o de un periódico y poner el dedo en cualquier línea: con un buen trabajo asociativo podemos llegar a un complejo a partir de allí; su conclusión que un trabajo más completo con un sueño debía incluir traspasar las fronteras de lo conocido, de lo meramente biográfico.
Se refería a un arte avanzado que uno no siempre puede lograr, porque su entrenamiento como analista o terapeuta aún no ha llegado a ese nivel o porque el soñante no lo requiere, debemos recordar que debemos seguir a los pacientes hacia y hasta donde ellos lo requieren. Este arte avanzado consiste en entrar en contacto con el material arquetípico que se encuentra detrás o, más exactamente, en el centro de todo complejo. Allí está lo novedoso, allí se encuentra lo que va a ese más allá psíquico, más allá de lo biográfico, recordemos la frase de Jung “detrás de la madre personal, se encuentra el arquetipo de la madre” y, digo yo, allí es donde haremos los descubrimientos.
En libros anteriores de Verena Kast como “La naturaleza del amor” o “La Psicología profunda según C. G. Jung”, había percibido un interés especial por un arte tal, por la exploración de la imagen más allá del trauma personal o de la supuesta memoria del trauma. En este libro sobre los sueños, esta búsqueda se hace francamente explícita. La autora nos introduce en amplios ejemplos de trabajos con sueños y con series de sueños, en los que ese territorio seguro para el juego de la imagen se hace vivo y el contexto en el que puede navegar el soñante se transforma en un escenario mucho más amplio que el reducido espacio del sueño recordado. ¿Qué pasaría si ingresas en tu sueño?, le pregunta la terapeuta a su paciente ¿Qué te pasa si entras en ese sueño y permites que algo más suceda? Esta indicación, la de iniciar un viaje imaginal a partir de un sueño, había sido dada por Jung a sus estudiantes en 1916, en el importante artículo “La Función Trascendente”. Allí afirma que el ejercicio de imaginación activa puede ponerse en marcha partiendo de una emoción, de un síntoma físico o de un sueño. La autora que nos ocupa hoy despliega su experticia en este campo y nos ofrece viñetas terapéuticas que nos sirven de guías para dichos ejercicios o que, nos sucederá a muchos, ayudarán a confirmar que vamos por buen camino.
Imagen generada por IA en monica.im (Lisímaco Henao) |
Otro elemento que la autora toma de las neurociencias y sus investigaciones sobre los sueños, es el de la existencia de un sistema de motivación, un circuito de búsqueda de cierre del sistema neuronal, como si a nivel biológico también existiera una cierta tendencia hacia la estabilización de aquello que se encuentra excesivamente excitado, por lo cual resulta de gran importancia que el sueño sirva a la reconexión emocional en un contexto más amplio como hemos afirmado. Esto concuerda, más que metafóricamente, con la visión junguiana de que los sueños buscan el equilibrio psicológico, aportando a la consciencia lo que falta para que tenga una experiencia más completa, un postulado en el cual el término “sueño compensador”, encuentra su sentido. Por otro lado, es importante anotar que los científicos revisados por Kast se alejan de la importancia de la interpretación o del uso de los sueños en psicoterapia, afirmando que ellos están haciendo ese trabajo por sí solos a nivel biológico.
Vivir en dos mundos no es fácil para nadie y existe la posibilidad, lo vienen confirmando las elucubraciones de los físicos más avanzados, de que sea eso lo que le ocurre a esta extraña especie que se autodenomina humana. Se dice que el primer signo de consciencia o de humanidad, el signo diferenciador con respecto a otras especies, habría sido el de soldar un hueso roto, o el de enterrar a otro y poner flores junto a él, pero también podría ser que el esa primera señal consistiera en contar, por primera vez, un sueño. Vamos a imaginarlo. Nos encontramos alrededor de nuestro fuego nocturno y de repente uno comienza a afirmar que estuvo anoche bebiendo del agua que nace en una colina visitada un mes antes. Todos se quedan perplejos, algunos ríen, otros indagan un poco más para darse cuenta de que aquel compañero habla en serio. Tomado en serio quizás se trate del primer chamán, tomado en broma, quizás sea el primer bufón de la corte. Pero en todo caso se trataría de la primera vez que accedimos a la posibilidad de experimentar una existencia paralela a la nuestra. Por momentos me parece que los físicos de nuestro tiempo, con sus probabilidades de universos paralelos, multiversos y la vida como una simulación de supercomputadoras, se van convirtiendo en los nuevos creadores de mitos, cumpliéndose aquella profecía de Jung según la cual la psicología y la física, trabajando en dos lados opuestos de la misma montaña, podrían llegar a encontrarse.
Cuando nos despertamos del sueño, interrumpimos nuestra visión del devenir en otro mundo, en el mundo hecho de imágenes y emociones, un universo que les era familiar a las personas del mito y de la religión, un universo con otras reglas temporales y espaciales al que sólo se nos ha ocurrido dar la denominación de “irracional” o “inconsciente”, debido a nuestra alta valoración de lo racional y lo consciente. Despertamos y entonces volvemos a este mundo, continuamos, es cierto que nos tardamos unos segundos en ponernos en línea de nuevo con la agenda y la neurosis que le es natural pero volvemos ¿tendremos también una fase de unos segundos de confusión al ingresar al sueño?, no lo sabemos, sólo recordamos el sueño a partir de un momento en el que ya somos un espectador o un actor estables en esa otra consciencia, y como nos lo recuerda el cineasta Christopher Nolan, es tan natural para nosotros que sólo advertimos sus aspectos más extraños al despertar y recordarlo. Es como si reconociéramos ese mundo, ese universo, como algo completamente natural, para nada irracional o inconsciente ¿se debe a que ya hemos vivido allí como especie? ¿se debe a que nuestros antepasados míticos cohabitaron con dioses y monstruos, volaron, murieron y volvieron a la vida y entraron en relación plantas y ríos con total naturalidad? Quizás una parte de nuestra psique, incluso de nuestro cerebro, conserve esa memoria colectiva de vivencias multiversales. Se que esto, dicho así, suena reencarnación, vidas pasadas, etc., pero para nada me refiero a eso y quienes han leído seriamente a Jung saben por qué vías podemos llegar conclusiones como las que menciono.
Portada del libro de Verena Kast. |
Dos mundos, dos universos, ambos con continuidad según lo atestigua el análisis de cadenas de sueños que mantienen un hilo narrativo sólo interrumpido por el despertar, pero dos sueños que se entrecruzan y que forman una totalidad llamada ser humano. Creo que todos y todas hemos visto el caduceo de Hermes, las dos serpientes enroscadas en torno a una vara, ellas tienen un sinfín de significados, como todo símbolo onírico o mítico, pero sobresalen el de representar la dualidad que se cruza en su movimiento serpentino, cuando una va hacia lo derecha, lo diestro, la otra va hacia la siniestra, la izquierda. Femenino y masculino, la enfermedad y la salud, el cielo y el infierno, en fin, no acabaríamos con la lista de opuestos allí representados. Pero Hermes, quien es guía de almas en la mitología, quien presta su nombre a nuestro ejercicio de trabajo con lo psíquico en la palabra “Hermenéutica”, nos enseña ese báculo como sugiriendo la existencia de un constante entrecruzamiento de valores, de emociones y significados. Parece decirnos que el Yo, tan actual y moderno, se cruzará inevitablemente con su otro tan antiguo e imaginario, imaginal, dotado de otros órdenes. Quizás esas serpientes, símbolo recurrente en nuestros sueños, quieran decirnos con su movimiento constante de un lado a otro, que es la dinámica entre esos mundos la que nos hace vivir, no la estabilidad feliz que algunos nos prometen hoy. Quizás los sueños y su eterno retorno como tema de libros, películas, terapias, días y noches, nos estén diciendo que está bien el movimiento, incluso una buena dosis de inestabilidad, de movimiento entre alegría y tristeza, y que nuestras emociones cargadas de historia personal, de culpas proyectadas o autodirigidas, de dramas individuales, se cruzan en algún momento con el aspecto mítico detrás de todo ello, con una forma de imaginar mejor la realidad, como he dicho en algún librito que hice para los sueños.
Anteayer soñé que me encontraba en N. Y., yo, que nunca he ido a esa ciudad, me encontraba en el metro y escuchaba decir que la empresa Coca-Cola había puesto unos restaurantes debajo de cada estación. Decido salir del vagón y subir las escalas (el metro es subterráneo), para ver en qué sitio estoy o para ver los restaurantes. Es contradictorio, busco la estación arriba, pero estoy en la estación debajo. Arriba está el metro de mi ciudad, que sí es elevado en la superficie, no hay ningún restaurante pero ya no me importa el tema sino el que me encuentro en Times Square, que en mi sueño es una plaza en la que se encuentra el edificio del Times, del periódico. En mi mente todo es lógico, incluso pienso en inglés con total naturalidad, pienso que por supuesto, que eso significa Times Square, la plaza del times y que el times tiene qué tener un reloj muy grande, lo busco y exactamente es así, el edificio del times tiene un inmenso reloj. Me digo que no puedo irme de ese sitio sin comprar el periódico, veo que unos trabajadores están llenando los dispensadores con periódicos y un grupo de personas se apresta a meter monedas para sacar sus periódicos. Me doy cuenta de que dejé todas mis monedas en la maleta, abajo, en el metro. Me regreso para bajar y veo que hay una mesa donde han puesto también periódicos ¿podré coger uno?, me pregunto. Pero veo que están pisados con un vaso desechable en el que hay monedas, quizás veo a alguien poniendo una moneda allí y tomando un periódico. Me decepciono de no poder robarme un periódico.
Me regreso y cuando voy bajando, escucho voces que dicen “los analistas son especiales”, “hay una fila especial para analistas”, volteo y veo que unos jóvenes que he visto en algún congreso junguiano, me hacen la broma de hablar así para llamar mi atención, todos nos reímos. Están en una fila que baja y me dicen que me meta delante de ellos, que por ahí se baja más rápido. Lo cierto es que yo simplemente bajaba entre la gente, libremente, sin hacer ninguna fila.
¿A qué lugar viajé en mi sueño? ¿Llevo una vida allí en ese N. Y. onírico en el que olvido el dinero con el cuál debo informarme? ¿Se trata de que una parte mía no necesita tanta información, de que para el analista ya es más fácil? ¿Se trata de un mensaje para la consciencia o, como afirmaría Hillman se trata simplemente de mi vida en el mundo de Hades? ¿Se trata de mis complejos interactuando, incluido el complejo del tiempo, o como diría otra vez Hillman, es la estructura imaginal del Hades representándose con un nivel inferior, el de la gran serpiente primitiva que es el metro subterráneo y la vida del ego durmiente que todavía se aferra al tiempo y el dinero lineales y debe aprender de aquel lugar a soltar a uno y a otro? Hay libros que nos permiten hacernos preguntas, libros como este que celebramos hoy. Y recuerden que, en tanto más preguntas tenemos, menos ingenuos somos frente a la idealización yoica y a la proveniente de los mismos arquetipos.
Lisímaco Henao Henao.
Texto establecido para el lanzamiento del libro. 24 de noviembre de 2022.